El próximo mes de septiembre entra en vigor el WLTP (Worldwide Harmonised Light Vehicle Test Procedure), un nuevo tipo de test de laboratorio a nivel europeo para la homologación de nuevos tipos de vehículo, que mide el consumo de combustible y las emisiones de CO2 de los mismos, así como de otras emisiones contaminantes, y que sustituye al NEDC (New European Driving Cycle) actual. El
objetivo es renovar por completo un sistema de pruebas que, creado en
la década de los 80, se ha quedado obsoleto debido a la evolución de las
condiciones tecnológicas y de conducción. Es importante destacar que este
tipo de pruebas no afectan al control técnico de vehículos en servicio,
sino que se refieren, única y exclusivamente, a la homologación de los
nuevos modelos que salen de fábrica.
Tanto las pruebas de homologación
como las de inspección en servicio –o periódica– están reguladas a
través de la normativa europea, aunque las inspecciones y criterios
aplicados son diferentes para unos tipos de pruebas y para otros, en
cuanto a procesos y métodos de inspección, criterios de aplicación,
equipos empleados, etc. En el caso de las pruebas de homologación, que
son las que se van a realizar con el nuevo sistema WLTP, lo que buscan es uniformar
los requisitos de los vehículos que van a ser matriculados, tanto desde
el punto de vista de la seguridad como desde los aspectos
medioambientales de control de emisiones (gases, humos, ruidos y otros contaminantes). Por su parte, las
pruebas de inspección en servicio buscan que el vehículo, ya
matriculado, mantenga unas condiciones de mantenimiento que impidan el
deterioro de esas condiciones de seguridad y medioambientales con el uso y el transcurso del tiempo.
El cambio en el modelo de homologación de nuevos vehículos responde, como decíamos, a las nuevas necesidades surgidas del avance de la tecnología. Mientras que el viejo sistema NEDC determina los valores de prueba en función de un perfil de conducción teórico, el nuevo ciclo WLTP ha sido desarrollado utilizando datos reales de conducción reunidos en todo el mundo, ya que la industria del automóvil ha contribuido activamente en el desarrollo de este modelo. Con ello se logrará representar mejor los perfiles de conducción diaria. La idea es que pueda ser utilizado como un ciclo de pruebas global, a través de las diferentes regiones del mundo. La WLTP tendrá un “núcleo” común a escala mundial, aunque la Unión Europea y otras regiones aplicarán pruebas específicas, dependiendo de su legislación y de sus necesidades de tráfico.
El objetivo principal de las pruebas de laboratorio es que el consumidor pueda realizar comparaciones fiables entre los vehículos,
en función de sus emisiones y del consumo de combustible. Todas las
condiciones de puesta a punto del vehículo, ensayo y manejo de los
resultados de las pruebas están estandarizadas y definidas por la
legislación vigente en la Unión Europea. De este modo, todos los
fabricantes de automóviles y otros actores de la industria se encuentran
con las mismas reglas de juego. Y es que, solo una prueba de
laboratorio que sigue un procedimiento estandarizado y repetible permite
a los usuarios poder comparar diferentes modelos de coches con todas
las garantías.
Además, las pruebas de laboratorio
también juegan un papel clave en el proceso de entrada de vehículos al
mercado de la UE. Antes de que se puedan poner a la venta, se llevan a
cabo estos test de control para comprobar que cumplen con los requisitos
exigidos de manera legal. Una vez comprobado, las autoridades
nacionales entregan un certificado de homologación de vehículos de la UE
para el fabricante, que autoriza su venta en este territorio. Hasta
ahora, el certificado de conformidad incluía los valores de emisiones y
consumo basados en la prueba NEDC pero, a partir de septiembre, se irá
implantando el nuevo sistema WLTP.
Las mediciones de laboratorio verifican que el parque de automóviles nuevos de un fabricante no emite más CO2 del promedio de los objetivos fijados por la UE. El objetivo para las emisiones medias de CO2 de toda la flota de automóviles de la UE se ha fijado en 95 g de CO2 por kilómetro para 2021. En función de estos valores, los fabricantes pueden establecer, a nivel individual, sus propias metas específicas por debajo de las exigidas.
Como decíamos al principio, la llegada en septiembre de las pruebas WLTP
introduce condiciones mucho más realistas en cuanto a comportamientos
de conducción. Por ejemplo, contempla una mayor variedad de situaciones
de conducción (urbana, extraurbana, carreteras y autopista), con
distancias de prueba más largas (30 minutos, frente a los 20 de las
pruebas NEDC), temperaturas ambiente más realistas (más cercanas a la
media europea) y velocidades medias y máximas superiores (46,5 km/h para
las medias y 131 km/h para las máximas, frente a los 34 km/h y 120 km/h
anteriores).
Se va a medir también la influencia
del equipamiento opcional, que puede ser diferente para cada vehículo,
algo que hasta ahora no se hacía. Además, se tendrán en cuenta
diferentes puntos de cambios de marcha para cada coche.
Todo ello proporcionará una base mucho más precisa para calcular el consumo de combustible y las emisiones de un vehículo, lo que asegurará que se refleje de manera más fiable el rendimiento en carretera del mismo.
La transición a las pruebas WLTP se llevará a cabo en varias fases:
Durante esta transición, nos vamos a
encontrar con situaciones que pueden llevar a confusión a los
consumidores porque podrían encontrar los dos valores diferentes para el
mismo vehículo (dependiendo de la pruebas que haya pasado), por lo que
se pide a la industria la máxima transparencia y que ofrezcan una
información muy detallada a los usuarios.
En principio, la implantación de las pruebas WLTP
no deberían afectar negativamente a los impuestos que se pagan por los
vehículos, ya que deberán ser los gobiernos nacionales quienes adapten
sus sistemas fiscales para que no se incremente la carga financiera
sobre los consumidores.
A este nuevo test de homologación habrá que sumar los cambios que se van a producir en las pruebas de inspección técnica de vehículos (ITV) y que se van a implantar a partir de 2018. El objetivo será controlar, de manera mucho más exhaustiva, que las emisiones de los coches ya en circulación cumplan estrictamente con la legislación vigente, por lo que ambas medidas tendrán un papel fundamental en la reducción del impacto medioambiental del sector automovilístico.